Los caseríos de Aripe y Chirche están localizados en las medianías altas del término municipal de Guía de Isora, compartiendo ubicación con otros asentamientos tradicionales, como El Jaral, Las Fuentes, El Choro, etc. Emplazados entre los 730 y los 950 m.s.n.m., su marco natural muestra un paisaje agreste dominado por malpaíses lávicos relativamente recientes y materiales basálticos y traquibasálticos más antiguos de las Series II y III. La orografía aparece dominada por una red de barrancos -entre los que destacan los del Cazador y Tágara- que confluye junto al núcleo de Chirche, para dar origen al Barranco de Guía. Las adecuadas condiciones climáticas y la fertilidad de unos suelos meteorizados justifican la importante actividad agrícola desarrollada históricamente en esta zona, basada en cultivos de secano y frutales. Las tuneras y almendros que salpican el paisaje se vinculan a aprovechamientos más recientes -de mediados del siglo XIX-.
La vegetación potencial corresponde al pinar natural, con numerosos testimonios repartidos aisladamente por la zona. No obstante, la acción humana ha dado paso a un matorral arbustivo de inclinación xerofítica, con predominio de escobones (Chamaecytisus proliferus), jaras (Cistus monspeliensis) y tabaiba amarga (Euphorbia broussonetti), además de otras especies propias de ámbitos antropizados.
Ambos caseríos se alinean siguiendo la antigua ruta de conexión con la cumbre, disponiéndose muy próximos uno del otro. El caserío de Aripe se organiza en torno a tres vías de comunicación principales: el Camino Viejo, que sirvió de enlace tradicional con Chirche y Guía, y por donde discurría la tradicional romería que trasladaba a la Virgen de la Luz de Isora hacia el norte de la isla; el Camino Nuevo, trazado a principios del siglo XX y que conducía a Las Cañadas, en torno al que se levantaron nuevas edificaciones; y el Camino de San Pedro, que llevaba a Chiguergue. Por su parte, el núcleo de Chirche está definido por una vía principal que conducía a los Llanitos de Chirche, confiriendo una distribución de tipo lineal al pueblo, seccionada por el camino de Tágara y el del Roquillo, que conducía a Chiguergue. Es notoria la elección de aquellos sectores estériles o poco aptos para la agricultura, como afloramientos rocosos o planchas de toba para el emplazamiento de las viviendas, reservando los sectores más fértiles para la práctica agrícola.
Estos inmuebles tradicionales se caracterizan por sus gruesos muros de mampostería en los que se utiliza un mortero fabricado con barro y pequeñas piedras, y, en ocasiones, un enfoscado parcial o total de los paramentos exteriores con escaso empleo de cal, al tratarse de un producto poco accesible a las humildes economías campesinas. Suelen presentar una o dos plantas, de manera que la superior corresponde generalmente al granero, con cubierta a cuatro aguas, y accediéndose al mismo mediante una escalera de madera. Todavía se conservan algunos de estos elementos en varias edificaciones del caserío. Las cubiertas a una, dos y cuatro aguas, son de teja árabe sobre entramado de madera -vigas, hibrones, listones- sobre el que se apoyan directamente las tejas. Los vanos son escasos y en ellos se emplea madera de tea, siendo frecuentes los tapaluces y puertas realizadas con tablones.
A partir del siglo XIX se generaliza la vivienda tradicional con cubierta plana de torta, apta para ambientes de débiles precipitaciones como éste. Las plantas son variadas, desde las más sencillas -rectangulares o cuadradas e interiormente tabicadas para dar lugar a las habitaciones-, hasta las más complejas en "L" o en "U", resultando algunas de ellas de la unión de varios módulos que se construyeron a lo largo del tiempo. Las construcciones destinadas a uso no habitacional suelen ser más sencillas, mostrando muros gruesos de piedra seca, con algunos ripios o cuñas que los apuntalan y una cubierta de teja a dos aguas. En este caso, los vanos se limitan a la puerta de acceso. Los valores patrimoniales de ambos caseríos se completan con una serie de infraestructuras de uso agrícola, como eras, estanques y hornos, a lo que se debe sumar un paisaje agrario configurado por una sucesión de pequeños bancales y nateros que articulan buena parte del espacio y que reflejan un modo de vida tradicional y un sistema de explotación del suelo muy peculiar y exclusivo de estas zonas de la isla.
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